jueves, 4 de agosto de 2011

Restos diurnos

Ayer a la mañana Oliverio salió como todos los días a la terraza, a pasear por los techos en esas aventuras a las que nunca me invita.
Pasado todo el día y llegada la noche aun no había vuelto. Raro, pero no muy preocupante.
Nos acostamos.
A las 6 de la mañana, dormidísima, me despiertan los maullidos locos de Oliverio desde la calle, a donde nunca va. No se sabe cómo llega ahí, pero no puede volver a entrar. Salté de la cama como desenfrenada, me calcé una robe de toalla y bajé las escaleras corriendo para rescatar al michino.
Ahora lo loco de todo esto es que mi habitación está lejos de la calle, no llega ni el sonido de los bondis pasando por el frente, todas las puertas estaban cerradas y las persianas bajas.
Y yo me desperté al grito de ESE ES OLIVERIO.
En fin...
La secuencia siguió con Carmen que se había quedado a dormir, pero debía abrirle la puerta para que saliera a las 7.30 am.
Y continúa con el taller mecánico que está en la planta baja, que abre sus puertas y arranca con los martillazos a las 8.
Normalmente no me molesta porque tengo el sueño pesadísimo (otro dato a tener en cuenta durante la escena “loca de los gatos / mi bebé mi bebé" que tuve a las 6am) pero hoy, después de tanto despertarme, quedé en duermevela y elaboré un sueño en el que la trompa de un Scania rojo que estaban reparando en el taller, terminaba incrustado en la cocina.
Y yo les pedía a los pibes por favor que se coparan y empezaran a trabajar un poquito más tarde, que no daba tener el camión ahí tan temprano.

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