miércoles, 3 de agosto de 2011

Qué DIVER.

Pasa que soy muy lúdica. Suelo inventar algún jueguito donde competir conmigo misma o con algún azar, para aplicar a tareas tediosas, y que se vuelvan más agradables.
Por ejemplo: Cuando lavo los platos yo mojo todo, mojo esponja, aplico detergente, cierro canilla, lavo todo lo que puedo con ese jabón en seco y luego enjuago. Eso es para ahorrar agua. Pero a veces juego a que no se termine de ir el agua mientras la canilla está cerrada. El juego consiste en ser honesta de no abrir la canilla para remojar la esponja o enjuagar nada hasta que no sea necesario, pero no dejar que el agua que tengo entre platito, tacita, pileta, etc. se escurra hasta ese momento. Todo medido por el poder de oído escuchando chorrito por rejilla.
No sé si se entiende bien, es una carrera con el agua que me inventé hace añares, ya lo hago sin pensar. Y la lavada de platos se me hace mucho más amena.
Bueno, ahora tengo una tarea tediosísima: bajar unos cuantos kilos.
Lo de “unos cuantos” viene a cuento de que le huyo a las balanzas desde hace meses, pero sé que  mi cuerpo no está ni cerca de OK, que ya cambié talle de algunas cosas, que hay ropa que no me entra y que no compro nueva para no resignarme a que esta panza es mía. Conocemos el cuento.
Entonces me voy a comprar una balanza.
Con mi aguinaldo me voy a comprar una fukin’ balanza y me voy a ir pesando y tomando nota y lo voy a volver un juego de alguna manera porque es la única que se me ocurre.
Gimnasio suma puntos, ensalada suma puntos, lemon pie baja puntos, algo así.
Después les cuento.

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